Nota del Transcriptor:

Se ha respetado la ortografía y la acentuación del original.

Errores obvios de imprenta han sido corregidos.

Páginas en blanco han sido eliminadas.

La portada fue diseñada por el transcriptor y se considera dominio público


Biblioteca de novelistas del Siglo XX

MIGUEL DE UNAMUNO

AMOR
Y
PEDAGOGÍA

BARCELONA—1902
Imprenta de Henrich y CAEditores
Calle Córcega

Es propiedad

Al Lector,

dedica esta obra,

El Autor.

Hay quien cree, y pudiera ser con fundamento,que esta obra es una lamentable, lamentabilísimaequivocación de su autor.

El capricho ó la impaciencia, tan mal consejeroel uno como la otra, han debido de dictarleesta novela ó lo que fuere, pues no nos atrevemosá clasificarla. No se sabe bien qué es lo que en ellase ha propuesto el autor y tal es la raíz de los másde sus defectos. Diríase que perturbado tal vezpor malas lecturas y obsesionado por ciertos deseospoco meditados, se ha propuesto ser extravaganteá toda costa, decir cosas raras, y lo que esaún peor, desahogar bilis y malos humores. Lateen el fondo de esta obra, en efecto, cierto espírituagresivo y descontentadizo.

Es la presente novela una mezcla absurda debufonadas, chocarrerías y disparates, con alguna[8]que otra delicadeza anegada en un flujo de conceptismo.Diríase que el autor, no atreviéndoseá expresar por propia cuenta ciertos desatinos,adopta el cómodo artificio de ponerlos en boca depersonajes grotescos y absurdos, soltando así enbroma lo que acaso piensa en serio. Es, de todosmodos, un procedimiento nada recomendable, aunquemuy socorrido.

A muchos parecerá esta novela un ataque, noá las ridiculeces á que lleva la ciencia mal entendiday la manía pedagógica sacada de su justopunto, sino un ataque á la ciencia y á la pedagogíamismas, y preciso es confesar que si no hasido tal la intención del autor—pues nos resistimosá creerlo en un hombre de ciencia y pedagogo—nadaha hecho por lo menos para mostrárnoslo.

Parece fatalmente arrastrado por el funestoprurito de perturbar al lector más que de divertirley sobre todo de burlarse de los que no comprendenla burla. No sabemos bien por qué unhombre serio en su conducta, que ocupa una posicióny que ni hace ni dice nada que se salga de lostérminos corrientes y ordinarios, padece de unamorbosa manía contra las personas graves y aborrecetanto á los que no se salen nunca de supapel y adoptan siempre un continente severo.Acostumbra decir que todo hombre grave es pordebajo tonto de capirote, y no tiene razón en esto.

[9]

Esta su manía de atribuir más á tontería que ámaldad las mezquindades humanas acusa una cualidadde que debe curarse. Parece imposible queun hombre que lee, según nuestros informes, conalguna asiduidad los Evangelios no haya meditadomás en el versillo 22 del capítul

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