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NOVELAS ESPAÑOLAS CONTEMPORÁNEAS
POR
B. PÉREZ GALDÓS
TORQUEMADA EN LA CRUZ
10.000
MADRID
SUCESORES DE HERNANDO
Calle del Arenal, núm. 11.
1916
[p. 4]Es propiedad. Queda hecho el depósito que marca la ley. Serán furtivos los ejemplares que no lleven el sello del autor.
Est. tip. de los Hijos de Tello, Carrera de San Francisco, 4.
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TORQUEMADA EN LA CRUZ[*]
[*] Antecedentes: Fortunata y Jacinta, Torquemada en la hoguera.
Pues señor..., fué el 15 de Mayo, día grande de Madrid (sobreeste punto no hay desavenencia en las historias), del año... (estosí que no lo sé: averígüelo quienquiera averiguarlo), cuando ocurrióaquella irreparable desgracia, que, por más señas, anunciaroncometas, ciclones y terremotos, la muerte de doña Lupe la de losPavos, de dulce memoria.
Y consta la fecha del tristísimo suceso, porque D. FranciscoTorquemada, que pasó casi todo aquel día en la casa de su amiga ycompinche, calle de Toledo, número... (tampoco sé el número, ni creoque importe), cuenta que, habiendo cogido la enferma, al declinarla tarde, un sueñecico reparador que parecía síntoma feliz deltérmino de la crisis nerviosa, salió él al[p. 6] balcón por tomar un poco el aire ydescansar de la fatigosa guardia que montaba desde las diez de lamañana, y allí se estuvo cerca de media hora contemplando el sin finde coches que volvían de la Pradera, con estruendo de mil demonios,los atascos, remolinos y encontronazos de la muchedumbre, que nocabía por las dos aceras arriba, los incidentes propios del malhumor de un regreso de feria, con todo el vino y el cansancio deldía convertidos en fluido de escándalo. Entreteníase oyendo losdichos germanescos que, como efervescencia de un líquido bien batido,burbujeaban sobre el tumulto, revolviéndose con doscientos milpitidos de pitos del Santo, cuando...
—Señor—le dijo la fámula de doña Lupe, dándole tan tremendopalmetazo en el omoplato, que el hombre creyó que se le caía encimael balcón del piso segundo;—señor, venga, venga acá... Otra vez elaccidente. De ésta me parece que se nos va.
Corrió á la alcoba D. Francisco, y en efecto, á doña Lupe le habíadado la patalet