Novelas de la Costa Azul (1924) resulta un excelente fresco sobre lavejez, trazado con brío y exactitud por un Blasco Ibáñez ya maduro, enla cumbre de su fama, dueño de la lengua y la técnica, que sabe dibujardesde el agnosticismo la amargura del transcurso del tiempo sindesaliento ni acritud. Un libro brillante que sorprenderá al lector por{2}su calidad y su calidez humana.
©1924, Blasco Ibáñez Vicente
©1924, Prometeo
TITULO este libro NOVELAS DE LA COSTA AZUL porque la mayoría de lashistorias novelescas y los relatos descriptivos que lo componen tienenpor escenario la famosa y asoleada ribera mediterránea, conocida condicho nombre.
Dos de las novelas desarrollan su curso más lejos, en la América delSur, pero me he atrevido a darles entrada en el presente volumenpensando que su nacimiento justifica en parte tal intrusión, ya que en{4}la Costa Azul fueron concebidas y escritas.
LA DUQUESA de Pontecorvo dejó su automóvil a la entrada de Roquebrune.Luego, apoyándose en el brazo de un lacayo, empezó a subir lascallejuelas de este pueblo de los Alpes Marítimos, estrechas, tortuosasy en pendiente, con pavimentos de losas azules e irregulares,incrustadas unas en otras. A trechos, estas callejuelas se convertían entúneles, al atravesar el piso inferior de una casa blanca que obstruíael paso, lo mismo que en las poblaciones musulmanas.
Todas las tardes de cielo despejado, la vieja señora subía desde laribera del Mediterráneo para contemplar la puesta de sol sentada en eljardín de la iglesia. Era un lugar descubierto por ella algunas semanasantes, y del que hablaba con entusiasmo a sus amigas.
Una vanidad igual a la de los exploradores de tierras misteriosas lahacía soportar alegremente el cansancio que representaba para susochenta años remontar las cuestas de estas calles de villorriomedioeval, por las que nunca había pasado un carro, y que no sep