TEATRO GALANTE

EDUARDO ZAMACOIS

TEATRO GALANTE

Nochebuena.—El pasado vuelve.
Frío.

colofón
MADRID
Antonio Garrido, Editor.—Goya, 86
1910

Es propiedad.
Queda hecho el depósito
que marca la ley.

     Imprenta Artística Española. San Roque, 7.—Madrid     



SINFONÍA
MI PRIMER ESTRENO

Esa terrible enfermedad que los autores noveles desconocen—la inocenciaes heroica—y que yo llamo «el miedo á estrenar», me mantuvo durantemuchos años alejado del teatro. Así, para decidirme á tan grave andanza,fué preciso que los buenos amigos que entonces formaban la dirección delteatro Romea me pidiesen una obra, asegurándome, entre veras y burlas,que la derrota no debía intimidarme, ya que, desde Eurípides á Rostand,no nació de mujer dramaturgo genial ni modesto fabricante de comediasque no hubiera fracasado alguna vez. Vencido por estas discretasrazones, acepté el compromiso; lo acepté lleno de júbilo... y también demiedo; porque, como el amor, el teatro es algo que simultáneamenteasusta y atrae.

Sin otras vacilaciones, aquella misma noche tracé el plan de lo que miobra Nochebuena había de ser; y al otro día, á las nueve de su mañana,me senté á escribir. ¡Memorable jornada! Trabajé sin vacilaciones,febrilmente, como empujado por el asunto; no podía detenerme; lasescenas, atrailladas, tiraban vigorosamente unas de otras, y todas demí. ¡Ni siquiera interrumpí mi labor para almorzar!... ¡Qué angustia!...Mi frente quemaba; la mano me dolía. No importa: adelante, pronto, haciael final. A las seis y media en punto de la tarde, la comedia estabaescrita.

Dos días después comenzaron los ensayos «de mesa», y muy luego, merced ála diligencia de los actores, la obra «bajó á la concha».

¡Ah! Yo, que he asistido á tantos ensayos, creía entonces aventurarmepor un mundo nuevo. ¡Qué emoción tan rara, tan intensa, tan exquisita,la de «ver» y «oir», hechas carne y voz, las ideas que horas antes sentídiscurrir cautelosamente por mi cerebro! ¡Cómo se abultaban y afirmabanlas escenas, cómo el arte flexible de los comediantes daba relieve áciertas frases y cómo, entre ellos, las pausas adquirían un valorprecioso, definitivo, nunca imaginado por mí!... Sí; es preciso haberensayado—porque en los ensayos, al autor le parece hablar consigomismo—para comprender que el arte del comediante es un arte diabólicoque á vec

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