LETRAS
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STA frase de Elisée Reclus: «La ciudad de los libros» despierta en míeste pensar: «las casas de las ideas».
En efecto; si la palabra es un ser viviente, es a causa del espírituque la anima: la idea.
Así, pues, las ideas, con sus carnes de palabras, vivientes, activas, secongregan, hacen sus ciudades, tienen sus casas. La ciudad es labiblioteca, la casa es el libro.
Helas allí como los humanos seres; hay ideas reales, augustas, medianas,bajas, viles, abyectas, miserables. Visten también realmente,medianamente, miserablemente. Tienen corona de oro, tiara, yelmo, mantoo harapos. Imperiosas o humilladas, se alzan o caen, cantan o lloran.Evocadas por el hombre, dejan sus habitáculos, abandonan sus alvéolos,resuenan en el aire, o, silenciosas, penetran en las almas por los ojos.Luego vuelven a sus casas, después de hacer el bien o el mal.
Tenéis aquí una vieja catedral: es un misal antiguo. Muestra susferradas y pesadas puertas; sus muros, sus esculturas, sus vidrioscoloreados, sus rotondas, sus flechas, sus agujas, sus campanarios. Enlos nichos de las mayúsculas viven los santos, las vírgenes, losmártires. A su rededor clama un pueblo de ideas santas, canta como a sonde órgano o al vago vibrar de tiorbas celestes. Las ideas angélicas,encarnadas en palabras castas y blancas, dicen en coro rezos, himnos,glorias, hosannas. Las martirizadas pasan purpúreas, cerca de losazules y oros que pulieron los monjes. Unas llevan los ramos de liriosen las manos, otras clavos, coronas de espinas o palmas. ¡Palmas! Cuandoel triunfo de Nuestro Señor Jesucristo llena las vastas naves, el pueblode ideas fieles se congrega. Es el ambiente de los profetas, el mundo delos doctores, la atmósfera de los beatos. Un incienso de fe perfuma elaire. Los altares, bellos de oro y de cirios, presentan la magnificenciamística de sus arquitecturas. Por las cornisas, por los tallados de laspuertas, por los calados de las piedras, piruetean los demonios bufoscon los frailes obscenos; un cabrón que termina en largo y crespofollaje v